NUEVO Villa Termal de Villar del Pozo

Pequeño templo rural de estilo sencillo y austero, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII, siendo la única parroquia existente en la zona, que prestaba servicio a tres municipios cercanos. El edificio actual, construido a finales de la década de los 60 del s.XX, tiene una planta rectangular pintada en blanco y azul, como muchos otros edificios de la localidad. Su fachada modesta está presidida por una pequeña espadaña que alberga la campana. 

En el interior destaca la imagen de la Virgen de la Consolación, patrona del pueblo, ubicada en el altar mayor. Esta iglesia es el centro espiritual de la comunidad, donde se celebran tanto los actos litúrgicos regulares como varias festividades locales. A pesar de su sencillez, la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación es un emblema del patrimonio cultural y religioso de Villar del Pozo. 

La Iglesia Parroquial de Mantiel se erige en la parte más alta del pueblo, ofreciendo una vista privilegiada de la localidad y sus alrededores. Su existencia está documentada desde mediados del siglo XVII, con un registro de 1661 conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid que menciona las cuentas de la iglesia. 

De estilo neoclásico, la iglesia presenta una planta de cruz latina. Su portada, situada bajo un tejadillo sostenido por columnas, se distingue por un amplio vano adintelado rodeado de molduras elegantes. La espadaña consta de dos cuerpos: el inferior, que alberga la portada y un pequeño vano cuadrangular, y el superior, con dos arcos de medio punto que sostienen las campanas, rematados por un tímpano triangular. 

Construida en sillar, la iglesia cuenta con una nave sencilla de cinco tramos, cubierta por una bóveda de medio cañón sostenida por arcos de medio punto. Esta estructura se repite en el coro, la capilla mayor y los brazos laterales, unificando el espacio interior con armonía y solidez arquitectónica. 

Entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX, Villar del Pozo contó con un reconocido balneario en la zona. Su fama se debía a la presencia de manantiales termales, resultado del legado de la antigua actividad volcánica en el Campo de Calatrava, una región donde abundan las llamadas fuentes termales o “hervideros”. Estos manantiales, debido a la liberación de gases en el agua, provocan un efecto de burbujeo que simula un constante hervor.

Conocido como los “Hervideros de Nuestra Señora”, el balneario de Villar del Pozo era un amplio complejo que disponía de un estanque octogonal de piedra, protegido por una refinada estructura de hierro. Alrededor se distribuían numerosos cuartos destinados a vestuarios para quienes deseaban disfrutar de sus aguas. A principios del siglo XX, este lugar se convirtió en uno de los destinos más concurridos de la región, ya que a sus aguas sulfuradas y ricas en hierro se les atribuían cualidades terapéuticas, especialmente recomendadas para tratar reumatismos y diversas afecciones de la piel.